Se acercó a
él y lo miro.
-Hablo en
serio.
-¿Qué
quieres decir?-dijo él un poco confundido.
-Sabes lo
que quiero decir, me gustas y no puedes hacer nada para cambiarlo.
Se movió un
poco incomodo, le encantaba hablar con ella pero ese no era un tema de
conversación que quisiera tocar del todo.
-Mariana
por favor, no hay que hablar de eso.
-¿Por qué
no? Es un tema que deberíamos de discutir seriamente.
-¿Para qué?
Todo esto, es…
-No lo
digas.- dijo ella con una mirada desafiante. El desvió la mirada y siguió hablando.
-Bueno
entonces, como te decía. Cuando prendí la tele el programa ya se había acabado,
entonces mi papá agarró el control y cuando le cambió…
Ella se
levanto y caminó hacía la puerta.
-¿A dónde vas?
-Cállate.-dijo
sin voltearlo a ver y saliendo del cuarto.
Él escuchó
como azotaba la puerta y luego la habitación se inundo de silencio.
¿Por qué se
enojaba? Eran amigos, no tenía por qué enojarse, ni siquiera había pasado nada
entre ellos, ni un beso, ni una agarrada de la mano, nada. Se levantó para
mirar por la ventana a ver si alcanzaba a verla pero había desaparecido.
Ni siquiera
se había llevado sus cosas, su bolsa y su celular seguían ahí, lo que
significaba que en algún momento tenía que regresar por ellos, entonces podría
seguir hablando con ella.
Pasaron
cuatro horas para que ese momento llegara.
Cuando
Mariana abrió la puerta lo miró.
-Uhmmm,
sigues aquí.-dijo sin poder evitar mostrar su desprecio.
-¿Cuál es
tu problema?-le dijo desesperado.
-Ninguno,
sólo se me olvidaron mis cosas aquí, pero pensaba regresar cuando no
estuvieras.
-Bueno pues
aquí estoy.
-Sí, ya me
di cuenta. Lamentablemente.
-Ahora resulta
que me odias.
-No te
odio, sólo me eres indiferente, no es lo mismo pero se parecen.
-Hace
cuatro horas te gustaba.
-Sí, hace
cuatro horas.
-¡Vamos! No
puedes cambiar de opinión tan rápido Mariana.
-Sí puedo,
soy mujer, la naturaleza me ha concedido ese derecho.
El la miró
con cierta confusión, ella se limitó a sonreír y a recoger sus cosas.
-Bueno si
me disculpas, tengo cosas importantes que hacer.
-No es
cierto.
-Tienes
razón, pero se me hizo muy descortés decirte que ya no quería estar aquí.
-¿Por qué
haces esto?
-¡Que no
estoy haciendo nada! Deja de insistir Alejandro, sólo vas a hacer que me
moleste más.
Él se
levantó para acercarse a ella, pero ella empezó a caminar a la puerta.
-Igual no
es tan importante, no te sientas tan especial, no eres el primero ni el último
al que le digo eso, sólo quería tomar el primer paso yo, ya que tú nunca te
atreverías a hacerlo. Pero ya entendí que no era eso, simplemente era que no te
llamo tanto la atención.
-Ahora
resulta que sabes hasta lo que pienso.
Ella se
rio, antes de abrir la puerta se volteó.
-No, y no
puedo decir que te conozco lo suficiente, pero tengo como que ese sexto
sentido, eso también me lo dieron por ser mujer.
-Esta bien
Mariana, tal vez si me gustas, pero me da hueva todo eso de gustarse, salir,
esas cosas. Esta padre eso de ser amigos, ¿por qué complicar las cosas?
-Nadie esta
complicando nada. –Dijo ella sosteniendo la puerta.- Bueno tu sí, porque sigues insistiendo con el
tema a pesar de que te dije que lo olvidaras.
-Ya pues,
tienes razón, si te vas a ir ya vete, antes de que diga otra pendejada.
-Muy bien.
Cerró la
puerta tras de ella y después se oyeron sus pasos resonar en el pasillo, hasta
que el eco se volvió inaudible y una vez más el silencio se apoderó de la
habitación.
Y se había
quedado solo. Una vez más, a pesar de que esta vez se había jurado no dejar ir
a la persona, y que daría todo por que las cosas no terminaran como siempre.
Pero al parecer no podía, las cosas simplemente no funcionaban así en su vida, él
simplemente esperaba que todo fuera manejado por alguna fuerza externa, como si
las cosas se dieran a su favor y él no tuviera que hacer nada, sólo disfrutar
de lo que le daba la vida.
Le hubiera
gustado estar con ella. Tal vez las cosas no hubieran sido como la película de
su vida que se había imaginado, pero estaría con una persona con la que podía
pasar el tiempo sin importar de que hablaban. Se sentía extraño con el simple
hecho de imaginarse abrazándola o besándola, era algo que no podía concebir,
nunca había pensado en ella de esa manera, pero en ese momento parecía una muy
buena idea.
Lamentaba
que el tiempo no le alcanzara ¿De qué servía luchar por alguien si realmente no
se tenía la intención de estar con esa persona por mucho tiempo? Lo que él
buscaba era una relación de verdad, algo duradero, no algo de sólo tres meses y
ya. Pero no tenía tiempo, sus planes a mediano plazo habían hecho que su vida
se dividiera en periodos de un año en diferentes partes, por lo que no podía
estar atado a una persona en alguna de ellas, porque eso podía hacerlo cambiar
de opinión y dejar lo que ya había planeado tan bien.
Miró la
puerta, tal vez por ella valía la pena sacrificar un poco esas cosas, tal vez
ese era el momento en el que él tenía que tomar la decisión importante y hacer
algo para cambiar las cosas, omitir esa fuerza externa y…no, no tenía caso.
Se tiró en
el sillón y cerró los ojos, tenía que olvidarlo, simplemente fingir que nada de
eso había pasado.
No supo
cuanto tiempo duro con los ojos cerrados en ese sillón, pero si recuerda cuando
se abrió la puerta, y sin abrir los ojos escucho.
-No ibas a
venir corriendo detrás de mi ¿verdad?
-Lo iba a
hacer.
-Sí, pero
fui yo la que tuvo que regresar.
-Si
regresaste fue porque entonces si te gusto.
-Y si tu no
te fuiste entonces significa lo mismo.
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